El Presidente Thomas S. Monson sirvió a su país en la marina, él relató lo siguiente:
Cuando tenía diecisiete años, me alisté en la Marina de los Estados Unidos y pasé por el entrenamiento básico en San Diego, California. Durante las primeras tres semanas, parecía que la Marina estaba tratando de matarnos en lugar de entrenarnos en la forma de mantenernos con vida.
Siempre recordaré el primer domingo que pasé en San Diego. El suboficial principal nos dijo: “Hoy todo el mundo va a la iglesia”. Después nos pusimos en formación en el campo de maniobras. El oficial gritó: “Todos los católicos se reunirán en el Campo Decatur. ¡Listos! ¡Marchen! ¡Y no regresen hasta las tres de la tarde!”. Un grupo numeroso se puso en marcha, y él entonces dijo: “Todos los judíos se reunirán en el Campo Henry. ¡Listos! ¡Marchen! ¡Y no regresen hasta las tres de la tarde!”. Otro grupo más pequeño se puso en marcha; él volvió a decir: “Todos los demás, que son protestantes, vayan a reunirse en el teatro del Campo Farragut. ¡Listos! ¡Marchen! ¡Y no regresen hasta las tres de la tarde!”. En ese momento me asaltó el pensamiento: “Monson, tú no eres católico, no eres judío ni eres protestante”. Y decidí quedarme parado allí. Me pareció que a mi lado pasaban marchando cientos de hombres. Entonces escuché las palabras más agradables que el oficial llegó a decir en mi presencia: “Y ustedes, ¿qué se consideran?”. Había hablado en plural, “ustedes”. Por primera vez me di cuenta de que había alguien más de pie detrás de mí en aquel campo de maniobras. Al unísono, contestamos todos: “¡Somos mormones!”. Él se rascó la cabeza con una expresión de perplejidad en la cara, y nos dijo: “Bueno, vayan a buscar algún lugar donde reunirse. ¡Y no vuelvan hasta las tres de la tarde!”. Nos fuimos marchando, y casi se podía medir el compás del himno que habíamos aprendido en la Primaria:
Somos los soldados que combaten error.
¡Qué dicha es! ¡Qué dicha es!
Nos espera la corona del vencedor;
la recibiremos al ganar.
[Himnos, Nº 162.]